Correr es una manera de hacer ejercicio y ganar salud física y mental, pero no podemos esperar ningún efecto positivo si no disfrutamos. Sin embargo, no es extraño que los corredores se tiendan trampas que sabotean su capacidad para gozar de los entrenamientos y las carreras.
Las principales son obsesionarse con correr más rápido, recorrer más distancia o perder rápidamente peso corporal. Si no se consiguen estos objetivos tan rápido como se desea, correr puede llegar a convertirse en una causa de estrés. Otros motivos que impiden disfrutar son el aburrimiento, la falta de ganas para calzarse las zapatillas o las molestias físicas.
Si algo de esto nos está ocurriendo, vale la pena plantearse algunas estrategias para recuperar el placer al correr.
Corre por el simple placer de hacerlo
Olvídate de las marcas, por una temporada o para siempre. Muchos corredores nunca se han cronometrado ni han medido las distancias ni han participado en carreras competitivas.
Se puede correr simplemente por placer y evitar toda la presión psicológica relacionada con correr cada vez más rápido o más distancia. Si siempre controlas tu ritmo, corres el riesgo de convertir tu afición a correr en una competencia perpetua entre tú y tu reloj. Si un día no corres más rápido que el anterior, correr deja de ser tan satisfactorio.
Puede que te preguntes, si no se tienen objetivos, ¿para qué correr? La respuesta es “por el puro placer hacerlo”. Correr, solo correr, puede ser en sí mismo un placer. El movimiento y el esfuerzo hace que el cuerpo genere endorfinas, sustancias parecidas a las hormonas que te hacen sentir una cierta euforia.
Que no te preocupe la velocidad ni la distancia, solo el tiempo
Si necesitas controlarte de alguna manera, la variable que puedes seguir cuidando es la regularidad en tu hábito de correr y el tiempo que dedicas. Tus únicos objetivos pueden ser correr tres veces a la semana, entre 15 y 45 minutos cada día, en función de tu condición física. Nada más.
Se trata de que mientras corras no te preocupes por nada y que puedas apreciar detalles bonitos que de otra manera ni siquiera verías: los niños que juegan, los pájaros en los árboles, las nubes en el cielo, etc. También sabes y notas que correr te fortalece, mejora tu salud física y mental, lo que hace que te sientas bien. Correr hace su magia y después de tu entrenamiento estás más relajado y optimista, y para que esto suceda no necesitas ser cada vez más rápido y más resistente.
Correr no es tu dosis obligatoria de “ejercicio físico”
Si corres porque “hay que hacer ejercicio físico”, puede que no lo disfrutes. Es increíble lo mucho que puede cambiar tu opinión sobre algo simplemente eligiendo otras palabras para referirte a ello.
Prueba a decirte que correr no es una forma de ejercicio, sino una afición o un tiempo que tienes para ti.
Una de las ventajas de correr es que es una actividad muy simple. En realidad, solo necesitas unas zapatillas. Para disfrutar, conviene que siga siendo así y no complicarse demasiado con los retos y la autoexigencia, a menos que sea eso lo que realmente te motiva.
No te agotes
Si tu objetivo deja de ser la competición, no necesitas correr hasta estar exhausto. Al evitar el agotamiento, también soslayarás las agujetas, los dolores musculares posteriores, y la sobrecarga de las articulaciones. Sin molestias, correr es solo un placer.
Puedes incluso, permitirte caminar de vez en cuando. Las personas que empiezan a correr no pueden hacerlo durante un tiempo prolongado. Esto es normal, así que sé amable contigo mismo y recuerda que no estás corriendo para alcanzar un objetivo arbitrario de tiempo o distancia. Estás corriendo para disfrutar. De hecho, muchos novatos en el mundo de running equiparan “correr” a “correr constantemente rápido” y, claro, no pueden conseguirlo y se frustran. El consejo para ellos puede sorprenderles: intenta correr lo más lento que puedas. Podrás correr más tiempo de esta manera, y cuanto más lento vayas, más atención podrás prestar a tu cuerpo.
Luego, cuando sientan que pueden, pueden aumentar la velocidad, pero dando siempre pasitos cortos.
Mantente mentalmente entretenido
Si tu problema es que los pensamientos te sabotean y ni siquiera te permiten empezar a disfrutar porque te quieren convencer de que estarías mejor haciendo otra cosa, la solución es asociar el entrenamiento con determinada actividad mental.
Por ejemplo, cuando corres puedes hacer un repaso de las tareas que tienes que desarrollar a lo largo del día o al día siguiente. O puedes pensar qué vas a hacer después de la jornada de trabajo o el fin de semana.
Por supuesto, escuchar música o un podcast mientras corres también son buenísimas elecciones. Si eliges escuchar música, procura elegir composiciones que no te trasladen emocionalmente a otro lugar.
Incluso es posible meditar mientras corres: puedes fijarte únicamente en el ritmo de la respiración, repasar las sensaciones que proceden del cuerpo o simplemente observar lo que te rodea.
Otra manera de evitar el aburrimiento -si ese es tu problema- y los pensamientos negativos es variar de ruta cada día. Es refrescante ver diferentes escenarios, personas y eventos cada vez que corres.
Recuerda tus mejores motivos para correr
Si pese a todos los consejos que has leído, aún no has encontrado la manera de disfrutar corriendo, todavía puedes recordarte cuáles son tus motivos para correr: perder peso, ponerte en forma para poder jugar con tus hijos, ganar salud, mejorar tu aspecto, desconectar del trabajo y las preocupaciones… Cuando encuentres tu motivo esencial, repítelo como un mantra en cuanto te asalte algún tipo de duda.